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En primera persona…

Por: Innan Urueta

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Ante el interés surgido alrededor de la necesaria transformación de los modelos de atención al envejecimiento, particularmente de las residencias y de los Servicios de Atención Domiciliaria (SAD), pensamos que es un momento precioso para compartir reflexiones y contenidos que nos ayuden a ir más allá de los detalles mediáticos o morbosos que se generan a algunos medios de comunicación.

Al presente contexto de crisis, nos preocupa la ausencia de voces de gente mayor en primera persona. Estos días se habla bastante de ellos pero sin ellos, como si no tuvieran derecho a decir la suya. Nos hemos acostumbrado a hablar y decidir sin ellos, a invisibilizarlos tanto en las decisiones familiares como en la política social.

Si bien se cierto que últimamente se han hecho varios intentos participativos, a veces éstos acaban siendo procesos consultivos que no van encaminados a incrementar el poder político de la gente mayor, sino a validar propuestas hechas ad hoc. Posiblemente los viejos del futuro, los denominados «boomers»serán viejos con mucho más poder político, económico y relacional, pero esto es una hipótesis, nuestra tarea actual tiene que ser construir metodologías desde una mirada flexible e innovadora que modificándose, puedan acoger diferentes voces y subjetividades. Si no vamos por este camino, posiblemente en veinte años estaremos igual que hoy.

Nos encontramos en un momento interesante para rehuir del inmovilismo y de la entrega de nuestro poder de decisión a otras porque decidan como envejeceremos. Nos toca reflexionar en primera persona, formarnos, leer y debatir los modelos de atención y sus metodologías; nos toca planificar nuestro envejecimiento y luchar porque todo el mundo pueda envejecer con calidad de vida.

Hablar de envejecimiento es hablar de servicios sociales, en este sentido, solo vemos posible un modelo económico de gestión sin afán de lucro, que respete y mejore las condiciones de las trabajadoras, pero que transforme las relaciones de cura respetando la voz de la gente mayor en el centro. Ya no nos bastan las buenas intenciones ni las medidas residuales y mediáticas, la nuestra ha resultado una cuestión de derechos humanos y de ética! A la hora de reflexionar por lo tanto, tenemos que pedir responsabilidades a quienes deciden el destino de nuestros recursos públicos: cómo se distribuyen? Cómo se adjudican y a quién? Cuáles son los criterios técnicos y sociales de adjudicación? Como y quien los supervisa?

Nos urge repensar también, nuestras actitudes hacia las personas con deterioros cognitivos, hay que hacer mucha pedagogía. Partimos de un concepto de ser humano que nace en una tradición cultural, que prima al ser intelectual con autonomía y racionalidad y que deja poco espacio a las emociones y los sentimientos. En esta tradición, cuando el hombre o la mujer pierden la razón, se convierten a una especie diferente. Cuántas veces, ante una demencia, hemos sentido al médico sentenciar: «la persona ha muerto»? Este «paradigma estándar» (Kitwood, 2003) nos aboca a la exclusión, a la despersonalización y posteriormente, a la expresión de una violencia que primero es estructural y que poco a poco vamos practicando en nuestros gestos más cotidianos.

En estos momentos, a los medios de comunicación vemos la parte más visible de este iceberg, pero todavía tenemos que profundizar para poder encontrar la raíz del problema. Hace unos días en Catalunya Ràdio hicieron un reportaje sobre las residencias, se desplazaron para hablar con las trabajadoras y algunos residentes «desde fuera», rápidamente identificamos aspectos en la comunicación que describen lo que es la vida en el interior de una institución que siempre está cerrada. En conjunto, el reportaje estaba impregnado de un ambiente de parvulario y se usaba una comunicación condescendiente que nos incomodó. El centro seleccionó algunas de las residentes «más conservadas» para hablar… todo era bastante artificioso, de hecho, no nos sorprendió que una trabajadora explicara que algunos residentes, ante el confinamiento, han manifestado sentirse «castigados».

Cuando los medios de comunicación hablan de maltratos hacen hincapié sobre todo en las agresiones físicas, que desde nuestra experiencia son las menos frecuentes. Sin embargo, los maltratos más comunes tienen que ver con «maneras de hacer» y hablar que a menudo nos pasan desapercibidas y que muchos de nosotros hemos incorporado de manera inconsciente en nuestro día a día…el Principito decía que «lo esencial es invisible en los ojos», por ello, hemos de ir con ojos, orejas y reflexión siempre sensibles por no pasar para sobre los más frágiles.

En la reflexión que ahora tenemos sobre la mesa proponemos partir de la necesaria y urgente transformación de las instituciones residenciales y de los SAD, pero también poner en marcha procesos creativos con la gente para explorar otras metodologías como la co-vivienda, las unidades de convivencia, la convivencia intergeneracional, la comunidad cuidadora,etc. En este sentido, pensamos que el SAD quizás puede convertirse en un espacio transformador, en el que la asistencia comunitaria no reproduzca el modelo asilar, sino que ayude a potenciar barrios, pueblos y ciudades como entornos cuidadores, que permita asegurar la participación y no solo la asistencia; que luche para cuidar a quién cuida; promueva la ocupación de calidad, formación y apoyo.

En el contexto de contingencia sanitaria actual nos preocupa también, que la supremacía medica vuelva con más fuerza al ámbito del envejecimiento para quedarse; que la distancia social se institucionalice allí donde estábamos intentando trabajar para la empatía, la subjetividad, la emoción, los sentimientos…. hace unos días, una compañera auxiliar nos explicaba que en su centro no tienen casos de Covi-19, pero que 5 o 6 personas han muerto al dejar de comer ante la carencia de contacto afectivo con familiares, y a la ausencia de estímulos sensoriales y emocionales, dado que todo el personal se encuentra concentrado en tareas sanitarias…

Finalmente, pensamos que la reflexión tiene que ser incluyente, no podemos continuar ignorando voces: la voz de la gente mayor, de los futuros viejos, la voz de las personas con deterioros cognitivos y dependencia, la voz de las que cuidan, la voz de mujeres, de las esposas, de las migradas, de las precarizadas…no podemos ignorar que ésta, es una reflexión en clave de derechos humanos y ética!

Epílogo:

Ayer 10 de mayo en el programa 30 minutos de TV3, hemos podido ver y escuchar en primera persona a nuestra gente mayor y a las trabajadoras de las residencias «desde dentro»… un buen inicio para acercarnos a la complejidad y reflexionar…

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